lunes, mayo 29, 2006

Oda a la postalita Numero 438

Señor Don Postalita Número 438, o como constata mi album, Sr. Kaji. Debo ser sincera, tengo un punto débil por los hombres de minorías y no pude evitar contemplar su espectacular belleza. Sus ojos rasgados y su imberbe rostro asiático me deslumbraron. En verdad no pude seguir pegando postalitas. Desbancado está el Sr. Francesco Toti de mi lista de Papis Mundialistas. Quién quiere un fresco italiano, cuando puede tener un cortés japonés como usted.

Sr. Kaji (¿le importa si le digo Akiro?), Akiro, no sé que posición juega. Para serle perfectamente sincera, no me interesa. Mi afición por el fútbol no va más allá del album, tradición compulsivo-obsesiva que arrastro desde 1990. Sin embargo, no me cabe duda de que debe usted ser un as en la cancha. Ya apunté todos sus partidos y sin duda mi corazón dará un salto cada vez que lo mire. Siento mucho que esté en el mismo grupo que Brasil, en verdad es una zancadilla al rendimiento deportivo de su equipo.

Akiro (¿te importa si te tuteo?), yo sé que hay diez años de diferencia entre nosotros (y miles de kilometros, desgraciadamente). A pesar de ello, me has inspirado un nuevo respeto por los hombres japoneses. Lejos están todas las ideas preconcebidas de que los hombres asiáticos tienen la costumbre de tratar de teñirse de rubios, solo para acabar en un color rabo-de-ardilla. Ya no me parecen la epítome de la condición geek (bueno, no tanto).

Miré tu número sin mayor menoscabo, confiada en que completaba otro país que de por sí no iba a ganar la copa. Ese era todo el valor que tenías para mí en ese momento. ¡Cuán tonta fui. Cómo pude ser tan burda. Pero en ese momento solo me interesaban Brasil, Italia, Argentina, Alemania, Francia, Costa Rica (¡Sele, Sele!) Holanda (la "naranja mecánica" en un mundo automatizado). Vos (perdoná, es que acá no hablamos de tú, sino de vos) ni figurabas, mi amor, lo siento. Con este nuevo sentimiento de respeto, sabiendo que nuestras culturas nunca nos permitirían una relación duradera, te dejo ir sin más ni más, pensando solo en el "que hubiera pasado si...". Pero al menos esos treinta segundos, fuiste mio, y yo tuya.

miércoles, mayo 17, 2006

Busco intercambio de postalitas del album Panini World Cup Soccer 2006


Acabo de comenzar el album. Si supieran de alguien que tenga repetidas (a la venta o de intercambio) por fa, avísenme. También se aceptan sugerencias de dónde comprar las postales sueltas. Recibimos donaciones para la Asociación Pro Album Completo de Sardina Albina. Con su donación, le damos un lindo lapicerito con cola de sardina albina. Donaciones de más de 10 000 reciben un calendario al final del año, donde aparecen como patrocinadores.

Post Scriptum: Ay no me vengan con que esto es una pavada. Me hace feliz, déjenme en paz.

viernes, mayo 12, 2006

Raspando el fondo de la olla



Este fin de semana descubrí que tengo un trauma epicúreo. Cuando vivía con mis padres era incapaz de cocinar con mi mamá cerca porque sentía que mi mamá me corregía todo lo que hacía. Ay, yo hubiera picado las cebollas así, por qué no usás aquella olla en vez de esta, etc. Mis amigas confirmaban que así es la vida cuando se cocina en casa de padres, entonces yo lo atribuí a necedad maternal y decidí cocinar menos.

Me mudé a mi propio apartamento hace seis meses. Desde entonces, he tenido algo de tiempo para cocinar, sin mucho éxito. Mi primer instincto es culpar mi descendencia. Como hija de holandesa, sin duda esa sin-graciez que llevo adentro es culpa de mis genes. Sí, sí, mis genes. Malditos los genes, claro, ¿quién ha oído de un restaurant holandés, de un delicatessen de los países bajos? Sin embargo, como en este alma albina corría sangre tica, no me daba por vencida, yo iba a poder hacer grandes cosas y algún día alguien admiraría mi cuchara. Al menos un gallo pinto medio decente tenía que poder hacer.

Este fin de semana vino el ¯coup de grâce: invité a unos amigos a comer fondue a la casa. Como no conseguí ollas de fondue prestadas (quién se iba a imaginar que son tan raras si, como dijo alguien ese día, hasta en El Amigo Invisible hay en 5 000 pesos), así que decidí hacer crepas. Solo el hecho de que me guste la cocina francesa debería ser indicativo de que a. me gustan las cosas complicadas y b. SOY complicada. Eso explica a. por qué en mi cabeza hay un manual de procedimiento para TODO y b. por qué soy bastante feliz con un novio tan difícil (si bien guapo, simpático, considerado, afectuoso y detallista).

DIGRESION: Cuando pedí cotización para el mueble de la cocina, pedí que sellaran los muebles con poliuretano para que fuera más fácil de limpiar, que fuera blanco por verse más sanitario, que los sobres fueran de mármol cultivado (que hoy llaman granatex, thankyouverymuch) para que no hubiera empates donde se quedara comida o polvo, que las agarraderas fueran de cerámica que combinaran con los sobres. Por todo lo que es bueno y puro en este mundo, es demasiado majadero. Soy demasiado majadera. FIN DE DIGRESION ANUNCIADA.

Volvemos a las crepas. Probablemente les cuento algo que ya saben, pero las crepas duran años haciéndose. Además, es muy delicada la mezcla. Un poco más o menos de leche, harina o huevo (y eso es todo lo que son) hacen que varíe la consistencia y se vuelvan o chiclosas o demasiado gruesas. Resumidas cuentas, nadie excepto mi mamá las hace en casa. Lo lógico es comer crepas en la calle Yo la verdad tenía antojo de crepas y, haciendo caso omiso de los múltiples quejidos de mi pobre novio, enemigo de todo lo francés, me armé de sartén de teflón y batidora para hacer crepas.

Como también es usual en mí, agarré una receta perfectamente buena y le hice modificaciones. ¿Por qué? Ni la menor. Simplemente no me gustó como se veía. Las primeras 12 crepas se veían hermosas, tenían la consistencia correcta, se secaron bien, ¡eran iguales a las de mami! En eso llegaron las visitas, quienes ya están acostumbrados a que los reciba en la cocina porque siempre nos agarra tarde (y por dicha siempre traen guaro, de manera que a. siempre amanecemos de goma, b. al final la comida no sabe a nada) y entonces me puse atrevida (por algo es el orgullo un pecado): hice otra tanda, pero en vez de arralar la masa al final, decidí hacerlo desde el principio. Resultado: las crepas eran en realidad panqueques y se pegaban al sartén. No encontraba la temperatura correcta, la arralaba más pero no salían bien, y luego de cuatro crepas lucho por no tirar el sartén en el piso, brincarle encima, patearlo y tirarlo por la ventana. Ni modo, dijo alguien, nos comemos esas y listo.

Nos sentamos a la mesa y comenzamos a comer. Entonces escucho de la boca de ese gato buzo anónimo de blogs las benditas palabras (ya letanía en realidad): "¿Tanto tiempo para esto?" Léase supra, reemplácese el sartén por el trasero del gato. Hablando al día siguiente, mi novio (quien para estas alturas ya saben que tiene un corazón de oro pero una habilidad increíble para decir lo correcto en el momento equivocado) me dijo que a mí en realidad no me gusta cocinar. Traté de discutir que se equivocaba, pero no pude. Tiene razón. Me quejo amargamente de tener que hacerlo, digo al menos 7 veces "crap" o "puta" cuando cocino, luego sufro por los platos que hay que lavar. Me encantan las visitas a mi casa, pero algo en la cocina me hace infeliz.

Pasé esta semana pensando en las crepas: ¿por qué es tan importante la cocina? ¿Por qué necesito que me alaben la comida? ¿Por qué siempre preparo platos complicados? No soy una ama de casa desesperada, no soy Bree Van de Kamp (oh no, ¡Van de Kamp es holandés!). Sin embargo, definitivamente sí hay algo desesperado en mí. La cocina es un intento de aprobación, algo tribal que busca el respeto de otros. Igual que Bree, lo que sea que busco con cocinarle a la gente no lo consigo. En realidad no soy buena cocinera, no tengo gracia, no me interesa lo suficiente, soy poco observadora. Cuando cocino me siento vulnerable, criticada, observada (horror de los neuróticos). Mis primeras crepas salieron bien porque mi novio andaba comprando queso crema y mis amigos no habían llegado. Las segundas no porque no estaba sola. Si raspo el fondo de la olla (o más bien si raspo el fondo de mi sartén de teflón) me doy cuenta de que estoy desesperada por la aprobación de otros.

Quisiera decir que ahora que descubrí lo que probablemente es obvio para muchos, puedo pasar a ser la chica pizza Domino's de platos plásticos, pero no creo que ocurra. Debería pensar en superarme de alguna manera, de ver la cocina como una terapia, de aprender a cocinar para mí, por hacerme feliz. Se me ocurre escribir un libro de Cooking for the Soul, pero por supuesto algún idiota new ager ya lo inventó. La intención de hacer crepas estaba bien. Me gustan, son algo tradicional en mi familia, pero errado estuvo hacerlo con público, o pretender que alguien se sintiera impresionado. La cocina en sí, el hecho de haber invertido tanto dinero en ella, haber hecho listas de lo que necesitaba para tener una cocina completa, es prueba de que necesito que quién la vea comprenda que me gusta cocinar, o que es importante para mí en alguna manera. Cuando la veo, ahora pienso en que es simplemente un cuarto funcional. Veo la cocina de mi novio, funcional por no decir perfectamente desprovista, y ahora no veo lo que falta, sino lo que sobra: seguridad en sí mismo. Con un sartén y una espátula de plástico se la juega. No necesita más.

No quiero dejar de recibir a mis visitas en casa. Me encanta que vengan, y me fascina que desayunemos, almorcemos o cenemos, que andemos medio ebrios y digamos burradas (sinceramente soy yo la que hace eso, pero digamos que somos todos), pero creo que a partir de hoy serán más sandwiches y pizzas express, y menos comida casera, al menos hasta que encuentre mi estilo y me sienta cómoda. Puedo entrar a cualquier sala y, en lo que me doy cuenta, haberme quitado los zapatos y haber colgado los pies en los descansabrazos. No tengo miedo a hablar públicamente, no soy una persona tímida. Así quiero ser en la cocina. Y bueno, de lo dicho a lo hecho hay mucho trecho. Quién sabe si lo logre, quién sabe cuántas veces raspe el fondo de la olla tratando de despegar crepas, pero al menos sé cuál es el problema y que hay que resolverlo, si bien aún no esté claro el cómo. Así que comienzo por decir, así, públicamente, hola, soy Mónica y tengo un complejo epicúreo.

lunes, mayo 01, 2006

Sueño de Freud

Traducción MUY libre y parcializada del sueño que tuvo Freud, citado en el capítulo II de "La interpretación de los sueños". Traducción solo para efectos de algo que estoy trabajando y luego comparto con ustedes. Sin duda la de Amorrortu está mejor pero las fotocopias, eh, digo, las copias de seguridad que hice del libro que compré, estean en un baúl con al menos 2 mm de polvo.


Sueño del 23-24 de julio, 1895

Un salón grande-muchos invitados que recibimos- entre ellos está Irma. Yo de inmediato la aparto para responderle su carta y para recriminarle no haber aceptado mi "solución" aún. Le digo "si aún tienes dolor, sinceramente es culpa tuya." Ella responde: "Si supieras los dolores que tengo ahora en mi garganta, estómago y abdomen-me están asfixiando". Esto me alarma y la miro. Se ve pálida e hinchada, me dije a mí mismo, y parece que, después de todo, estoy pasando por alto un problema orgánico. La llevo a la ventana y miro dentro de su garganta. Ella se muestra recalcitrante, como las mujeres con dentaduras postizas. Pienso que tal comportamiento es innecesario. Abre la boca debidamente y observo a la derecha una mancha blanca, en otro lugar miro granos grises y unas sorprendentes estructuras curvas que obviamente están inspiradas en los huesos turbinales de la nariz. Llamo inmediatamente al Dr. M, quien repite la examinación y lo confirma. El Dr. M se ve distinto de lo usual, pálido, cojeando y su barbilla está bien afeitada.. Mi amigo Otto está ahora de pie a la par nuestra, y mi amigo Leopoldo la tacta por encima de su corpiño mientras dice: "Tiene un sonido hueco abajo, a la izquierda". También indica que una porción de la piel en su hombro izquierdo está infiltrado (yo lo noto, al igual que él, a pesar de su vestido)... M dijo "No hay duda de que es una infección, pero no hay problema, sin duda sobrevendrá una disenteria y las toxinas serán eliminadas. Estamos conscientes del origen de su infección. No mucho antes, cuando ella se sentía mal, mi amigo Otto le daba una inyección de un preparado de propyl... propyls, ácido propiónico, trimetilamina (y en seguida veo frente a mí la fórmula impresa en letra gruesa)... Las inyecciones de ese tipo no deberían de darse tan descuidadamente... Probablemente la jeringa no estaba limpia.