viernes, mayo 12, 2006

Raspando el fondo de la olla



Este fin de semana descubrí que tengo un trauma epicúreo. Cuando vivía con mis padres era incapaz de cocinar con mi mamá cerca porque sentía que mi mamá me corregía todo lo que hacía. Ay, yo hubiera picado las cebollas así, por qué no usás aquella olla en vez de esta, etc. Mis amigas confirmaban que así es la vida cuando se cocina en casa de padres, entonces yo lo atribuí a necedad maternal y decidí cocinar menos.

Me mudé a mi propio apartamento hace seis meses. Desde entonces, he tenido algo de tiempo para cocinar, sin mucho éxito. Mi primer instincto es culpar mi descendencia. Como hija de holandesa, sin duda esa sin-graciez que llevo adentro es culpa de mis genes. Sí, sí, mis genes. Malditos los genes, claro, ¿quién ha oído de un restaurant holandés, de un delicatessen de los países bajos? Sin embargo, como en este alma albina corría sangre tica, no me daba por vencida, yo iba a poder hacer grandes cosas y algún día alguien admiraría mi cuchara. Al menos un gallo pinto medio decente tenía que poder hacer.

Este fin de semana vino el ¯coup de grâce: invité a unos amigos a comer fondue a la casa. Como no conseguí ollas de fondue prestadas (quién se iba a imaginar que son tan raras si, como dijo alguien ese día, hasta en El Amigo Invisible hay en 5 000 pesos), así que decidí hacer crepas. Solo el hecho de que me guste la cocina francesa debería ser indicativo de que a. me gustan las cosas complicadas y b. SOY complicada. Eso explica a. por qué en mi cabeza hay un manual de procedimiento para TODO y b. por qué soy bastante feliz con un novio tan difícil (si bien guapo, simpático, considerado, afectuoso y detallista).

DIGRESION: Cuando pedí cotización para el mueble de la cocina, pedí que sellaran los muebles con poliuretano para que fuera más fácil de limpiar, que fuera blanco por verse más sanitario, que los sobres fueran de mármol cultivado (que hoy llaman granatex, thankyouverymuch) para que no hubiera empates donde se quedara comida o polvo, que las agarraderas fueran de cerámica que combinaran con los sobres. Por todo lo que es bueno y puro en este mundo, es demasiado majadero. Soy demasiado majadera. FIN DE DIGRESION ANUNCIADA.

Volvemos a las crepas. Probablemente les cuento algo que ya saben, pero las crepas duran años haciéndose. Además, es muy delicada la mezcla. Un poco más o menos de leche, harina o huevo (y eso es todo lo que son) hacen que varíe la consistencia y se vuelvan o chiclosas o demasiado gruesas. Resumidas cuentas, nadie excepto mi mamá las hace en casa. Lo lógico es comer crepas en la calle Yo la verdad tenía antojo de crepas y, haciendo caso omiso de los múltiples quejidos de mi pobre novio, enemigo de todo lo francés, me armé de sartén de teflón y batidora para hacer crepas.

Como también es usual en mí, agarré una receta perfectamente buena y le hice modificaciones. ¿Por qué? Ni la menor. Simplemente no me gustó como se veía. Las primeras 12 crepas se veían hermosas, tenían la consistencia correcta, se secaron bien, ¡eran iguales a las de mami! En eso llegaron las visitas, quienes ya están acostumbrados a que los reciba en la cocina porque siempre nos agarra tarde (y por dicha siempre traen guaro, de manera que a. siempre amanecemos de goma, b. al final la comida no sabe a nada) y entonces me puse atrevida (por algo es el orgullo un pecado): hice otra tanda, pero en vez de arralar la masa al final, decidí hacerlo desde el principio. Resultado: las crepas eran en realidad panqueques y se pegaban al sartén. No encontraba la temperatura correcta, la arralaba más pero no salían bien, y luego de cuatro crepas lucho por no tirar el sartén en el piso, brincarle encima, patearlo y tirarlo por la ventana. Ni modo, dijo alguien, nos comemos esas y listo.

Nos sentamos a la mesa y comenzamos a comer. Entonces escucho de la boca de ese gato buzo anónimo de blogs las benditas palabras (ya letanía en realidad): "¿Tanto tiempo para esto?" Léase supra, reemplácese el sartén por el trasero del gato. Hablando al día siguiente, mi novio (quien para estas alturas ya saben que tiene un corazón de oro pero una habilidad increíble para decir lo correcto en el momento equivocado) me dijo que a mí en realidad no me gusta cocinar. Traté de discutir que se equivocaba, pero no pude. Tiene razón. Me quejo amargamente de tener que hacerlo, digo al menos 7 veces "crap" o "puta" cuando cocino, luego sufro por los platos que hay que lavar. Me encantan las visitas a mi casa, pero algo en la cocina me hace infeliz.

Pasé esta semana pensando en las crepas: ¿por qué es tan importante la cocina? ¿Por qué necesito que me alaben la comida? ¿Por qué siempre preparo platos complicados? No soy una ama de casa desesperada, no soy Bree Van de Kamp (oh no, ¡Van de Kamp es holandés!). Sin embargo, definitivamente sí hay algo desesperado en mí. La cocina es un intento de aprobación, algo tribal que busca el respeto de otros. Igual que Bree, lo que sea que busco con cocinarle a la gente no lo consigo. En realidad no soy buena cocinera, no tengo gracia, no me interesa lo suficiente, soy poco observadora. Cuando cocino me siento vulnerable, criticada, observada (horror de los neuróticos). Mis primeras crepas salieron bien porque mi novio andaba comprando queso crema y mis amigos no habían llegado. Las segundas no porque no estaba sola. Si raspo el fondo de la olla (o más bien si raspo el fondo de mi sartén de teflón) me doy cuenta de que estoy desesperada por la aprobación de otros.

Quisiera decir que ahora que descubrí lo que probablemente es obvio para muchos, puedo pasar a ser la chica pizza Domino's de platos plásticos, pero no creo que ocurra. Debería pensar en superarme de alguna manera, de ver la cocina como una terapia, de aprender a cocinar para mí, por hacerme feliz. Se me ocurre escribir un libro de Cooking for the Soul, pero por supuesto algún idiota new ager ya lo inventó. La intención de hacer crepas estaba bien. Me gustan, son algo tradicional en mi familia, pero errado estuvo hacerlo con público, o pretender que alguien se sintiera impresionado. La cocina en sí, el hecho de haber invertido tanto dinero en ella, haber hecho listas de lo que necesitaba para tener una cocina completa, es prueba de que necesito que quién la vea comprenda que me gusta cocinar, o que es importante para mí en alguna manera. Cuando la veo, ahora pienso en que es simplemente un cuarto funcional. Veo la cocina de mi novio, funcional por no decir perfectamente desprovista, y ahora no veo lo que falta, sino lo que sobra: seguridad en sí mismo. Con un sartén y una espátula de plástico se la juega. No necesita más.

No quiero dejar de recibir a mis visitas en casa. Me encanta que vengan, y me fascina que desayunemos, almorcemos o cenemos, que andemos medio ebrios y digamos burradas (sinceramente soy yo la que hace eso, pero digamos que somos todos), pero creo que a partir de hoy serán más sandwiches y pizzas express, y menos comida casera, al menos hasta que encuentre mi estilo y me sienta cómoda. Puedo entrar a cualquier sala y, en lo que me doy cuenta, haberme quitado los zapatos y haber colgado los pies en los descansabrazos. No tengo miedo a hablar públicamente, no soy una persona tímida. Así quiero ser en la cocina. Y bueno, de lo dicho a lo hecho hay mucho trecho. Quién sabe si lo logre, quién sabe cuántas veces raspe el fondo de la olla tratando de despegar crepas, pero al menos sé cuál es el problema y que hay que resolverlo, si bien aún no esté claro el cómo. Así que comienzo por decir, así, públicamente, hola, soy Mónica y tengo un complejo epicúreo.

5 comments:

At 3:24 p. m., Blogger Lachi said...

Al menos sabés qué incluir en el manual de "No arruine su vida".

Nunca pongás un restaurante

 
At 9:17 p. m., Blogger Humo en tus ojos said...

Buuu... me resigno a no probar las crepas de restaurante albinholandés...

 
At 8:11 a. m., Blogger Sardina albina said...

Uy sí, Lachi, júrelo que no. Trankis, humo, las crepas sí se van a materializar. Pero el acercamiento a la cocina de acá en adelante va a ser otro.

 
At 11:47 p. m., Blogger :: Cianuro :: said...

hmmm me alegra mucho saber que no soy el unico que tiene conflictos con la cocina!! (rizzie manda saludos...)

alguien dijo una vez: "en el amor como en la cocina, es necesario un espiritu de aventura"

 
At 1:37 p. m., Anonymous Anónimo said...

helloou, andaba navegando, tratando de encontrar un proveedor de creperas y me encontre esto. Ustedes no estan para saberlo ni yo para contarlo, pero quiero poner un negocio de crepas!, Pero resulta q lo mismo q te pasa a ti, me pasa a mi en la cocina, claro q mi problema arrastra cosas de la infancia q tienen q ver de cierta forma con mi mama, jajaja. Notese que yo soy tan analitica de las cosas como tu!. En fin, a mi las crepas me salen muy bien, ya voy empezando por algo, pero me falta dominar el sin fin de platillos y menesteres q se involucran en una actividad culinaria. Te mando mis mas sinceros saludos!, ojala q encontremos un dia el gusto exitoso de cocinar para los demas. A mi tambien me encanta pero no me sale!!!
Besos, abrazos y apapachos!

 

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